Las grandes ciudades del país se despiertan cada vez más temprano y eso pone en funcionamiento la maquinaria que hace que lleguen los automóviles, colectivos, bocinas, sirenas y por qué no, el bullicio también. Así fue como Buenos Aires se convirtió en uno de los centros urbanos con mayor nivel de contaminación sonora y sus habitantes en los más disconformes.
Según un relevamiento realizado por GAES Centros Auditivos, realizado sobre el cierre del 2014 y dado a conocer este año, cerca del 100 por ciento de los porteños considera que vive en una ciudad con exceso de ruido, pero algo parecido ocurre también en otros puntos del país como Santa Fe y Córdoba, en dónde el 74 y el 70 por ciento respectivamente de los encuestados no está conforme con el nivel al que se ven expuestos.
En este sentido, el ruido (entendido como un factor de estrés ambiental) puede intervenir en trastornos del sueño y del aprendizaje, la memoria, la motivación, la resolución de problemas y en el incremento de la irritabilidad y la agresividad.
Tal es así que el 48 por ciento de los encuestados afirma que le cuesta dormir por la noche, en mayor medida por los ruidos de la calle y los ladridos de los perros y solamente el 1% de los argentinos utiliza tapones para dormir: «Todo esto puede traer consecuencias negativas en la salud, interfiriendo con el bienestar del individuo, incluso aunque la persona consiga afrontar con éxito la exposición al ruido, ya se adaptándose o generando respuestas para protegerse activamente», asegura la fonoaudióloga Silvia Neto de GAES Argentina.
También influye en el estado de ánimo, ya que un 24 por ciento reveló que su humor cambió luego de exponerse a niveles muy altos.
Diversos estudios han mostrado que existe una relación entre el estrés inducido por exposición al ruido y los niveles de cortisol, durante y después de la exposición. La regulación rítmica del cortisol (hormona que se libera ante situaciones estresantes) es un factor importante para sobrellevar de forma adecuada el estrés físico o psicológico. Las alteraciones producidas por estas situaciones suprimen algunos de los aspectos del sistema inmune.
«Este modelo fisiológico se enriquece, complementa y es inseparable de un modelo más psicológico, en el que se contempla cómo el sujeto valora la importancia, el daño o la amenaza de un determinado factor de estrés (el ruido), el poder o capacidad de control sobre él y establece mejores estrategias de respuesta para afrontarlo», agrega Neto.
Según la Organización Mundial de la Salud, el límite de «ruido molesto» comienza con 70 decibeles y si se supera puede implicar un riesgo: «Hay que tener en cuenta que el daño no sólo es provocado por el nivel sino también con el tiempo de exposición al mismo», indican.
Por ejemplo, 70 decibeles equivalen al sonido de una aspiradora y 80 al de un tren. El tráfico o una pelea entre dos personas ya alcanzan los 90 (dB).
Como podemos reducir la contaminación acústica
-Proteger la casa de ruidos
-Limitar el volumen de los aparatos electrónicos
-Limitar el uso diario de los auriculares y celulares
-Utilizar protección en los oídos ante ruidos ambientales
-Hablar con voz moderada
-Cuidar a las mascotas: por ejemplo, evitar ladridos excesivos
-Evitar el uso de electrodomésticos en horario nocturno
– Utilizando los Materiales Acústicos Fonac para lograr confort acústico
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